Emprendedor

Salía de casa aunque de entrar no se acordaba nunca. De hecho no se acordaba de casi nada.

Salía de casa y atravesaba las cuatro calles que le separaban del trabajo sin que le atropellase coche o bici alguno. Recorría ese paseo a diario sin dejar de saludar a nadie y sin perderse por el camino, pero no recordaba a quiénes iba levantando la mano sonriente ni cuál de las pocas variantes de calles callejones y pasos de cebra había tomado. Ni siquiera pensaba si se acordaba.

En su oficina le esperaba una lista de tareas que había anotado la noche anterior antes de salir, fruto de restos de antiguas listas inconclusas y de nuevas obligaciones que se imponía a falta de jefe al que hubiese deseado llamar esclavista.

El día transcurría de punto en punto de la lista más las nuevas tareas que las necesidades del negocio iban sugiriendo además de las habituales labores de relleno. Solamente estas últimas parecían librarse de vez en cuando de engrosar la nueva lista.

Aunque desarrollaba una actividad intensa y eficaz que le permitía ir tachando un punto aquí otro allá, las sucesivas listas habrían ido creciendo a ritmo exponencial de no ser porque inconscientemente las tareas antiguas menos prioritarias, y probablemente también muchas importantes, se iban perdiendo en los albores de la libreta. Exactamente lo mismo que sucedía con los números en sus cuentas. Y si alguna vez por alguna extraña coincidencia de preclaridad y momento libre de ocupación vislumbró esto último, nunca tuvo interés en indagar cómo sobrevivía. Por si acaso.

Todo todo estaba en un segundo plano. ¡Qué digo en un segundo! En un quinto en un décimo. Así no se acordaba de casi nada, como ya hemos dicho, bien porque no podía bien porque no sabía bien porque no quería. Hacía tanto tiempo que esto era así que aunque lo hubiese intentado le habría sido casi imposible descubrir si el origen fue el poder el saber o el querer. Y aún en el caso de haberlo descubierto sin duda era ya absolutamente incapaz de encontrar el origen del hilo que había tejido tamaña madeja, de saber el porqué, por qué razón -razones muy probablemente- empezó todo aquello ni cómo fueron desencadenándose las acciones que le habían llevado a ese estado de amnesia estable arbitrariamente selectiva y estúpidamente eficaz contra el pasado contra el presente y, si nadie ni nada ponía remedio, contra el futuro.

Salía del paso, sobrevivía. Avanzaba en línea recta a ritmo constante sin repostar y sin obtener beneficio a cambio. Representaba fielmente el modelo inútil de la efectividad de un robot en la cadena de montaje de ésos que dicen que nos sustituirán. Arrastraba su epitafio: "Por ganarme la vida la estoy perdiendo".

1º de mayo. Día del trabajador

Opinión: 
De momento, nada.
Texto
Castellano
1 de Mayo de 2018

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