No TV break

De la tele normalmente veo los emocionantes partidos de fútbol, vídeos con tías despampanantes casi en pelotas que mueven el culo para sus cantantes, telediarios con asombrosas imágenes y presentadores sobre expresivos...* Suele pillarme con amigas en alguno de los pocos bares normales que hay en mi ciudad. Al principio por las ganas de vernos, al final por el estado en que nos encontramos, nos tragamos entre caña y caña la programación casi entera.

Creo que en 2019 ya puedo decir que hace décadas que no tengo el monstruo en casa (¡mira si soy mayor!), y aún así por navidades -como almendro en flor, y en dulce- sin falta se me aparece. Y es que la televisión no solo está en la desafortunada lotería, en el soliloquio del 'Aspañoles, en estas fechas tan señaladas...', en los interminables resúmenes y los especiales habituales, en las galas nada salvadoras, en las abarrotadas playas canarias, en las tropemil campanadas, o en los últimos papás del primer bebé. También se me aparece en forma de conversaciones y recomendaciones de amigos que se reservan, al menos desde cuando lo de las torres gemelas, a estas fechas de rituales no precisamente comunistas (pero casi) para tratar del innombrable medio.

Del asalto televisivo de este salto de año he descubierto dos agradables sorpresas, desconcertantes porque no parecen píxeles bailando sin ritmo ni concierto. Parecen personas y artistas y actores que ofrecen un buen espectáculo.

Por un lado el Cachitos de Hierro y Cromos (no sabía ni lo que era) de fin de año. Se me apareció durante el cotillón en casa de mi mejor amiga y lo adopté como el resto de asistentes, entre magistralmente punibles comentarios y borbonas carcajadas, potenciadas seguramente por los efectos de... la navidad. Estaban hablando nuestro lenguaje, como personas normales de cachondeo, porque con la que cae reímos para no llorar, y no porque seamos gilipollas que es lo que parece se creen. Luego, investigando -que me gusta más que a la Marple- descubrí que por ahí andaba el gran (?) Antonio Vicente, que es el único capaz de informarme de la actualidad desde el programa de Radio3, Hoy Empieza Todo. Se acabó el misterio.

Por otro lado la serie Paquita Salas. Que sí, que ahora sé que es de 2016, pero me enteré hace nada, supongo que porque quién me habló de ella lo hizo por su segunda temporada del pasado 2018. Me quito el sombrero -y 10 prendas más- ante esa The Office en pequeñito, esos bailes de géneros y desvergüenzas, y, lo reconozco, ese amor y conocimiento de los entresijos del medio (supongo). Reconozco que, aquí y allí, siempre he tenido algún amigo al que le encantaba la televisión y nunca conseguimos cambiarnos los canales , sin que por ello hayamos apagado luego la comunicación. Es probable que no esté capacitada para ver más allá o más acá. De todos modos me alegro de que haya excepciones, así confirmo la regla (aunque no esté en uno de esos días).

Por cierto, también me encantó la canción 'Pekín' de El Buen Hijo. Me lleva de viaje sin televisión, transporte, empacho de Phoskitos u otras drogas... aunque no lo cante la vox.

* Serious Mode: De la tele normalmente veo (1) las escuelas básicas de simplificación y enfrentamiento por unos colores, (2) la degradación de las personas y las relaciones de género bajo el empleo de un estúpido estereotipo de mujer, (3) monumentos al absurdo, la violencia y la manipulación...

Opinión: 
De momento, nada.
Artículo
Castellano
4 de Enero de 2019

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