Llorar por un bar

Es domingo y a mediodía he bajado a echarme una cerveza. Es normal. Como es invierno, escojo el bar de la plaza que da a sur y me siento fuera dando la espalda a la fachada, sola. Sigue sin tener nada de raro, como tampoco lo tiene el que la mitad de los tíos que pasan por delante me miren 'para probar' o simplemente para decirme '¡Ey, nena!' -con o sin palabras- porque ya se sabe que una chica sola es un... A mis años el desprecio lo muestro no haciéndoles ni caso. Sin embargo sigo sola y me preocupan los que no miran, especialmente los que se preocupan por no hacerlo para no molestar. Si hay alguno majo no me importaría que se parase a tomar algo conmigo, a charlar.

Pienso en otros lugares, alejados, en sitios donde te dejas caer sola y, no es que todo el mundo sea agradable, pero se puede estar porque nada más llegar te encuentras acompañada. No sé si más o menos lejos, aquí mismo hace ya bastantes años también conocía sitios así... pero no ahora.

Rezo un 'xie xie' a la camarera cuando me deja en la mesa la segunda cerveza y los cacahuetes recién fritos, y me responde con una agradecida sonrisa y una leve humillación. Doy un sorbo y aparto el periódico harta de las noticias nuestras de cada día. Reposo la cabeza contra la pared cerrando los ojos para no cegarme y me concentro en el bendito calor que nos regala el sol de enero.

Se nubla e inmediatamente noto algo en el hombro. Es Marta que me saluda juguetona: "¡Hola Pili! ¿Qué? Echándote la siesta al solete, ¿eh? Oye, vamos a pedir. ¿Quieres algo?". Repaso la mesa y contesto: "No, gracias. Aún tengo". Sonrío al sol, al sur y al invierno. Me froto los ojos y en la esquina, compartiendo un pitillo, veo a las niñas de la bolli-panda. Levanto la mano para saludar y me responden eufóricas. Me da que han llegado de empalmada, para variar. Delante, en la plaza, descubro al grupo del local de baile, donde hace poco han empezado a ofrecer también jornadas de munch con ganas de calentar aún más el ambiente. Se han llevado los botellines hasta unos bancos donde parece que discuten algo.

Vuelve Marta con un chico, con su cerveza y con una tapa de arroz tres delicias. A él no le había visto antes y creo que no me importaría conocerlo. Será el nuevo ligue de Marta que tiene un gusto muy parecido al mío y desde que se apuntó al munch y al sitio web de ligues, no para. "Mira, Javier, ésta es Pili, te he hablado mucho de ella, una de mis mejores amigas. Pili, éste es Javier, mi hermano. Acaba de llegar de la península". "Creo que un día me enseñaste una foto, pero era un crío". "¿En que década te enseñé la foto, Pili?". Nos tronchamos los tres. Marta, que habla tanto como liga, sigue: "Llegó ayer y piensa quedarse una temporada. Estoy mirando dónde colocarle porque en casa ya tengo bastante lío con Andrés y la Beni." Y creo que se calla queriendo, porque en su casa siempre hay más gente. "Justamente yo estoy alquilando una habitación" me apresuro. Javier no se entera pero su hermana me pilla la intención en seguida, sonríe pícara y me responde "Acabo de comentárselo a Tereza que está allí en la esquina" -y me señala a la bolli-panda. "Tereza vive al lado de donde va a trabajar y como se quedó sin curro y no puede cobrar el paro por ser guiri le vendrá bien lo que Javier pueda pagarle. De todos modos" - prosigue con el cachondeito ya tan claro que hasta su hermano se sonroja- "podemos quedar para cenar esta semana. A Javier le vendrá bien conocer gente". Se le ve calladito y, la verdad, en este caso eso me pone, hasta el punto de que dudo si realmente es el sol el que ha acabado de quitarme el frío.

Mientras Javier mira hacia las bolli y Marta le cuenta no-se-qué a Toñi -que aún no ha tenido ni tiempo de bajar de la bici- veo a Marc que va corriendo de los bancos hacia las de la esquina y muy expresivo explica alguna historieta que acaba en algarabía. Se monta un lío festivo en el bar y enseguida se nos acerca la Beni con un botellín para cada uno gritando "¡Vamos a celebrarlo!". No sabemos qué, pero nos parece bien. Supongo que precisamente por eso Marta y yo volvemos a troncharnos. Luego nos enteramos que es que se han puesto de acuerdo. Que entre varios colectivos tienen listo un proyecto para lanzar una programación anual de actividades de forma conjunta: los del baile, las femis, los payasos, los punkis, las de los talleres de literatura, los del colectivo A-coge, los de El Camp És Nostre... ¡Qué chulo! ¡Qué suerte tenemos! ¡Esto se mueve! Y cierro los ojos porque todo es tan bonito que no me lo creo.

Con razón. De nuevo se nubla y noto que me tocan el hombro. "Marta..." digo, pero cuando abro los ojos veo a la camarera con la tercera cerveza en la mano y la sonrisa en su cara. "Tú querel otra cerveza, ¿no? Tú esperal mucho." Me giro y todo el mundo ha desaparecido. Solo veo a un tipo, un cincuentón vestido como Pajares en una discoteca con una copa de balón en la mano y una mirada sucia que quiere desnudarme. El sol sigue en su sitio y calentando a pesar del aire frío. Sospecho que es eso lo que me salva de ponerme a llorar ahí mismo. La camarera me mira preocupada. No debe imaginar que me he quedado dormida unos minutos y mucho menos la de cosas que me han pasado durante ese tiempo. No, no quiero otra cerveza pero es tan amable que le digo que sí y, mientras la deja en la mesa, le doy el dinero y le digo que por favor se quede la vuelta. Intercambiamos xie-xies y sonrisas, e inmediatamente me levanto, cojo la botella llena y el camino a casa.

Sin haberla probado, se la ofrezco a un pobre alcohólico que pasa los fines de semana alojado en el cajero de un banco que tal vez fuera el mismo que le echó de su casa. No doy ni 4 pasos y oigo primero chocar y luego romperse la botella. O se la bebió de un trago y la desechó o no tenía ni fuerzas para sostenerla. Acelero el paso con la lágrima asomando por mi ojo derecho -que no sé por qué es el primero que llora siempre- y alcanzo el portal. Por la escalera pienso que el borracho, la camarera y yo somos personas igual de solas, que nos encontramos igual de lejos del bar que nos gustaría. Sumida en la tristeza, subo los peldaños de 2 en 2 para que ningún vecino pueda descubrir mis lágrimas mientras imagino que somos muchas más personas. Consigo abrir, entrar y -todo en uno- cerrar apoyando mi espalda contra la puerta por dentro... y deslizándola hasta quedar sentada en el suelo con empapados ojos que no dan crédito. "Pili, no tienes por qué estar así y lo sabes. El del banco está enfermo. La camarera ha venido de lejos, probablemente necesitando trabajar o precisando un cambio y está empezando de nuevo. Tú lo tienes todo: el conocimiento, la fuerza, las ganas. Respira hondo, cálmate, ponte las pilas, y si tienes que inventarte tú el bar de la esquina, el que da a sur en invierno y a norte y sombra en verano, el que mezcla a personas de lugares y condiciones diferentes, el que reúne a todas las que montamos historias en la ciudad y a las que luchamos contra la ignorancia que nos oprime, el que te acoge y acompaña aunque llegues sola y te saluda y trata con amabilidad aunque seas chica, el que hace de lugar de encuentro de la gente que quieres y puedes querer... Si tienes que inventarte el bar, te lo inventas, ¿vale?".

Y parece ser que me calmé y me puse en marcha -desde esa tarde- a montar el bar. Y en esas estamos. Poniéndolo por escrito y repartiéndolo como los de las octavillas que dejan en los buzones y a los que llamas para que te abran la puerta cuando te dejaste la llave dentro, o cuando te la robaron... o cuando no se te ocurre con quién pero necesitas hablar con alguien.

Ahora, que conste que no tengo pensado pedir un crédito, ni he mirado traspasos de ningún tipo, porque lo del bar no es más que una metáfora (que todo hay que explicarlo, caramba). El invierno con un sol de justicia, la cerveza a troche y moche, los hermanos jóvenes de tus mejores amigas, los cacahuetes calientes recién fritos... todo son metáforas. Sustitúyelas por lo que te parezca, tú misma. La calle, los amigos, la convivencia, la emigración y las enfermedades, no son metáfora. Las lágrimas son líquidas. El conocimiento, la fuerza y las ganas están en marcha. ¿Acaso pensabas que Pilar iba a llorar, iba a llorar por un bar?

Opinión: 
De momento, nada.
Texto
Castellano
27 de Enero de 2019

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