Mear sentado

No sé por qué estaba pensando en cuando a una pareja que tuve le puse de condición para irnos a vivir juntos que no tuviésemos televisión y que mease sentado. Nada complicado puesto que ambas cosas suponen más comodidad, higiene, tiempo libre y atención al otro.

A los pocos meses empezó a mear de pie. No hace falta espiar a nadie para darse cuenta de eso. Ellos mismos dejan las huellas. Supongo que no fue la única razón pero aproveché y le dije que o volvía a sentarse para mear o cortábamos. Me interrogó que si eso era lo más importante de nuestra relación. Exclamó al cielo que si el amor podía depender de tamaña chorrada. Puso en duda que dijese aquello en serio. Y finalmente escupió que yo era una estricta y una histérica.

Al día siguiente estaba con mis dos maletas en casa de una amiga. Nunca me gustó aquel piso que había buscado él. Además era caro. Me quité dos pesos de un chorro.

Con Mónica pasé algunos de los meses más divertidos de mi vida y aún hoy, casi 10 años después, nos juntamos la noche del solsticio de verano para beber, fumar y recordar. A Javier no le vi mucho más. A los pocos días de dejarle pasé por la calle de su piso y oí que sonaba la televisión por su ventana. Imaginé el suelo del baño encharcado de pis avanzando hacia el salón lleno de latas de cerveza vacías y me tronché. Cuando me enteré de su muerte, de repente y por sorpresa a finales de septiembre, me arrepentí un poco.

No me arrepiento, sin embargo, de exigir que se cumplan los acuerdos y que se mee sentado. Tal vez por eso todos me duran tan poco. Tal vez por eso estuve tan bien con Mónica... y después con otras amigas.

Opinión: 
4
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Texto
Castellano
5 de Noviembre de 2018

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