
La segunda vez que se vieron, Geor iba a recoger un encargo, Gia estaba atendiendo en la librería. Se gustaron. Gia habló bajito, educado, comercialmente servicial. Geor entró en el armonioso mundo de los libros adornado con un acogedor ambiente de olores de té y amables palabras. Inspiró el momento. Tras muchos títulos, portadas, autores, temas, reseñas y páginas cogió un Boris Vian que conocía bien y lo llevó al mostrador.
“Algo me tenía que llevar” dijo poniéndolo encima de las revistas que había encargado. Una más o menos típica conversación dependiente-cliente, dulce y breve, con las vistas gachas, acompañó la venta. Un adiós con inútil voluntad de originalidad y sentido cariño le siguió.
Si vuelven a encontrarse y se paran, hablarán del libro y las revistas. Si nadie ni nada les molesta, de otros libros, de la librería. Si mantienen el sentimiento de entonces, superan la vergüenza ajena y aguantan la risa, se acercarán y tocarán.
(Si se tocan...)
Sant Jordi. Día del libro.
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Si se tocan empieza el
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