El Conflicto de los Cuerpos - 7/7

- En 7 estivales capítulos

7. Gazpacho con sifón (sábado)

E. El sábado fue al mercado y de vuelta a casa cargada de bolsas, mientras aún se reponía de la noche anterior en la verbena, se puso a cocinar. Entre olla y olla iba diseñando una suerte de plan... o un plan de suerte. Uno de esos desastrosos planes que de cría organizaba para ligar con el chico que le gustaba. Esa noche estaba programada la última cinta del festival. Era al aire libre y tras la proyección estaba anunciada una pequeña fiesta. Pensó que probablemente Mariona se pasase, pero dudó si lo haría por encontrarse de nuevo con ella a pesar del encuentro del día anterior, o por ver la película y disfrutar de la fiesta. Sacó del agua hirviendo los daditos de patata y comprendió que por la misma razón -si Mariona contemplase la posibilidad de volver a encontrarla allí- tal vez decidiese no ir. Ambas eran opciones lógicas pero la última le hizo dudar, con sorprendente lucidez, de la integridad de su estado emocional, y la plausible deriva hacia la histeria y la paranoia. Del ansia de querer volver a verla a toda costa pasó al "Si no me desea tal vez me odie".

P. Me eché al suelo, hice la estrella, respiré... y el tintineo de la tapa de la olla me devolvió a las zanahorias de la ensaladilla, que ya habían empezado a hervir. Tenía que acabar de cocinar todo y comer algo a tiempo para llegar tranquilamente a la proyección.

- Estoy tranquila. Respira. Relájate. Corre, apaga el fuego.

E. En el mercado, por la mañana, ya se había tomado un par de cañas con unos amigos que se había encontrado en el puesto del pescado, y consideró que por ese día ya estaba bien. Se llevaría una botella con restos de zumo y té hasta completarla, pues desde joven inventaba bebidas y comidas que luego consumía salvo que el resultado fuese prácticamente tóxico. Al llegar a la plaza, donde se proyectaba la película, echaría un vistazo alrededor y disfrutaría de la película con serenidad si no veía a Mariona, siempre evitando acercarse a la barra porque se conocía. Al acabar la proyección echaría un segundo vistazo por si había llegado a película empezada, cosa que no le haría mucha gracia. Pensó que si la encontraba en cualquiera de los dos momentos, intentaría hablar con ella y concentrarse esta vez en la conversación, estando serena, de modo que pudiese dirigirla a temas que las acercasen más demostrándole que lo de la noche anterior había sido una excepción.

- ¡Para concentrarme en una conversación soy un desastre! Cuando me despido de alguien, después de hablar un buen rato con ellos, es cuando me acuerdo de lo que realmente les quería decir y cuando de verdad entiendo lo que me estaban contando.

E. Acabó de montar la mayonesa y, rebañando con el dedo la batidora, convino que esa noche intentaría estar sagaz e ingeniosa, y que si no se sentía manifiestamente rechazada, empezaría a derivar la conversación a campos como el baile... o hacia la comida.

- Mariona, esta canción que están poniendo podría bailarse como en clase, ¿no?
- Si te gustan las croquetas, Mariona, tendrías que probar las que tengo en casa. Las hay de cuatro clases.

E, Esta historia ya la había vivido antes, de joven. Era su voluntariosa aunque treméndamente imprecisa forma de afrontar los retos sentimentales, con resultados tan diversos como los inventos culinarios que se le ocurrían. Miró el móvil y descubrió que quedaban quince minutos para la hora anunciada de inicio de la película.

P. Aún no me había vestido ni había empezado a preparar el brebaje que pensaba llevarme, y aunque la película no era mi objetivo -no podía dejar de imaginarme encontrándome con Mariona- no soportaba llegar a ellas ya empezadas.

E. Hacerlo le parecía como leer un libro al que hubiesen arrancado la cubierta y primeras páginas. Así que no tenía un segundo que perder. No sabía por dónde empezar y se le ocurrió que con las prisas en la bici iba a llegar hecha un trapo sucio y arrugado. En un suspiro abrazó la frenética actividad y, con una manga del vestido puesta, buscaba una botella vacía mientras se preparaba un porro para apaciguar los nervios.

P. Sólo encontré una botella de agua con gas que estaba en la nevera, con un culo de líquido, y recordé lo cutre que podía llegar a ser a veces. Añadí mitad de té y mitad de zumo de melocotones con limón, miel y jengibre mientras pasaba el brazo por la segunda manga y metía el porro en el paquete de tabaco.

E. Bajó las escaleras, cogió la bici dudando si dudar sobre qué camino sería más rápido. Con rotunda eficacia, sin permitirse ninguna de las dudas, cogió el primer camino que encontró. Cuando llegó empezaban a apagar las farolas de la plaza y la lista de patrocinadores y logotipos de las distintas entidades colaboradoras se arrastraba por la pantalla. Pasó rápidamente la vista sobre difusas siluetas sin descubrir a Mariona entre ellas, se sentó a un lado, sobre la acera, y se fijó en la luz en movimiento sobre la tela envuelta en penumbra de luna nueva.

P. Respiré profundamente y me centré en la pantalla.

E. Parecía una película rarita. No extraña ni curiosa, sino rarita. Se encendió el porro pues la sesión se le iba a hacer larga. Lo dejó a medias sobre el bordillo y dio un trago a la botella.

- ¡Ufff, qué amargo!

E. El zumo que había puesto, sin embargo, era dulce, pero se acordó de cuando, en la época en que estaba enamorada de Carmen Maura sin ser consciente de ello, se le ocurrió inventar un combinado de gazpacho con sifón. No consiguió que se convirtiese en la revolución del aperitivo posmoderno, principalmente porque amargaba como morder plantas por el campo, circunstancia que en aquel momento resolvió, con aspiraciones de química de laboratorio, afirmando que el ácido del vinagre combinado con el anhídrido carbónico habría producido la amarga reacción.

- Habrá sido el limón, o tal vez la reacción con el jengibre. Me recuerda a cuando quise inventar el refresco de gazpacho y conseguí un resultado que califiqué de demasiado adulto. Ya soy bastante adulta, así que me lo tomaré.

E. No sabría decir si ese último comentario surgía fruto de su habilidad en el control del gasto doméstico o de la nostalgia de loca juventud. La película era efectivamente rarita y eso lo percibió enseguida porque en aquella época de loca juventud asistió a todos los festivales que pudo. Los gazpachos con sifón, los amores platónicos por la Maura y los desastrosos planes para ligar que, por cierto, nunca abandonó definitivamente, no eran sus únicas excentricidades. Llamaba con atino y cierta sorna 'películas raritas', no a las curiosas o extrañas, sino despectivamente a todas ésas que pretenden ser diferentes y finalmente son iguales entre ellas, vulgares. Resumiendo, eran directamente un auténtico pretencioso pestiño.

P. No sé porqué recordé que hacía tiempo que no preparaba pestiños. Retomé la mitad del porro y aún no había aparecido el título de la película. A cambio el director estaba regalándonos una infinita introducción hecha a base de capturas de pantalla de un móvil. Rarita.

E. Alguien se sentó a su espalda. Eran las dos únicas personas que no estaban sentadas en las sillas que había preparadas en la plaza. Se encontraba suficientemente animosa como para no avergonzarse de hacer cualquier pequeña tontería. Miró para atrás y vio una chica, pero no era Mariona. Mientras lo hizo apareció el título y al girarse de nuevo no le dio tiempo a leer más que las dos primeras letras.

- Al final me he perdido el título pero por lo menos se han acabado las pantallas de móvil. Espero que Mariona no me pregunte cómo se llama la película que hemos visto. ¡Ufff!, de verdad está amargo... pero al menos refresca.

E. Tras este segundo trago, preocupada por su nerviosismo y ansiedad, adelantó las manos e intentó concentrarse en descubrir si el efecto del porro le había relajado. Las manos se agitaban de lado a lado como si como si la hubieran dejado en el Polo en bañador. Opinó que un poco de zumo le vendría bien y sorbió un nuevo trago.

- Parece que el porro me ha hecho el efecto contrario

E. Y mientras lo murmuraba con el porro aún en la mano, dio las últimas caladas y lo acabó sin ser consciente de ello.

P. Una familia vive en una mansión y sus componentes lo pasan mal y tienen ocupaciones indescifrables. La madre tiene la sonrisa y los ojos de Mariona.

E. Y se le escapó una amplia sonrisa, probablemente el único gesto que transmitió sensación de paz a lo largo de todo el día.

P. Había pasado media película y seguía sin saber las profesiones de los protas y no recordaba de qué iban las capturas de pantalla de la introducción. Otro trago. "¡Qué bien se está sin tener que emborracharse!" "¿Habrá venido Mariona?" "¿Me habrá visto ella a mí?" "¿La familia no vivía en Londres? Entonces, ¿qué coño hacen comiendo salmorejo en un patio repleto de macetas de geranios?".

E. Concluyó que le estaba subiendo el porro y el único remedio que contemplaba, su único amuleto, estaba en aquella botella.

- Un traguito más papara suavizar.
- Mmm, este amargo... ¡Sabe a cubata! Espera, ¿no había guardado los restos de vodka de la última fiesta en una botella igual? ¡Dios!

E. ¡Se estaba tomando un cubatazo rarito como la película, un reciclado de culos de combinados de tamaño familiar! El plan que había organizado obviamente no era bueno, pero había puesto tanta decisión en él que romperlo de esa estúpida manera le sentó peor que traicionar los propósitos de año nuevo cuando ya había llegado a septiembre.

P. Alguien podía, quería o tenía que suicidarse, pero no tenía claro si era el abuelo o la nieta.

E. Decididamente estaba borracha... y hundida. Triste, en trágica desolación pensó mil cosas en cinco segundos antes de ver aparecer la palabra FIN. Se quedó a ver los diez minutos de créditos. Lo hacía por costumbre pero en esta ocasión le retuvo el deseo de que al encenderse de nuevo las luces todo el mundo hubiese desaparecido. Quería irse a casa, estar en casa. Sola. En esos momentos ni siquiera pensaba en Mariona. Le asustó la simple idea de encontrarse a cualquier amiga, a un ex o, peor incluso, a una pareja de ex y amiga. Se apagó el proyector, se levantó del suelo, alumbraron las farolas y descubrió horrorizada que la plaza estaba llena. Había olvidado que tras la proyección empezaba la fiesta. Fue directa hacia la bicicleta con la cabeza gacha -sentía que no llegaba nunca- y cuando estaba a punto de cogerla...

- ¡Hola! ¿Qué tal? Soy la amiga de Mariona...
- Pues sí, la película muy bien

P. Respondí a una pregunta imaginaria, lo sé, pero tenía que evitar que me contara su crítica, y más especialmente que me dijese que Mariona estaba allí y me encontrase de nuevo en aquel estado. Me despedí con mala educación, le di la espalda y me subí a la bici. Lo siguiente que recuerdo, no demasiado nítidamente, es una sartén llena de aceite hirviendo salpicado de doradas y burbujeantes croquetas flotantes.

E. Bien pasada la medianoche, sentada en el balcón, atacaba dos soberbias y deliciosas raciones de patas de pulpo fritas y croquetas de cuatro clases. "Otra delicia que no comparto" me lamenté.

Entonces me imaginé encontrándome a Mariona el miércoles próximo preguntándome que por qué me había ido, con las ganas que tenía de verme. Se me antojaba imposible explicarle nada, y así fue como decidí escribir la historia. Cuando me lo pregunte le pediré que consulte mi blog para que lea lo que realmente pasó. Hasta ahora no lo había dicho, pero escribo tan bien como cocino, y además de comida también almaceno relatos para cuando venga alguien a casa. Si no le gusta la comida tal vez le atraiga algún cuento.

- Por cierto, ¿cuánto queda para el miércoles? ¿Vendrá Manu o alguno nuevo que esté bien?

Saqué unos folios y un bolígrafo. Una botella de vino y unos albaricoques que había guardado en conserva. Me remangué el vestido y me senté en la terraza. Me hice un porro y arranqué: "Disculpa que empiece así: llevaba seis meses sin follar."

- THE END. Next dance, next movie -

Una historia en 7 cómodos capítulos para mayores de 38 años, porque con menos no lo entenderían.
Porque las palabras (Ansiedad, Baile, Comida, Deseo, Excitación...) no pueden calmarte. Porque la soledad nunca va sola. Porque somos cuerpos en medio del conflicto aunque nos atiborremos de croquetas.

Opinión: 
5
Media: 5 (1 voto)
Texto
Castellano
25 de Julio de 2018

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